Días de fresa y chocolate en El Bolsón
Paraíso hippie en los 60 y 70, la comarca se distingue de otros destinos del Sur. La gastronomía,los artesanos y el espíritu de la aldea.
Diana Pazos. ESPECIAL PARA CLARIN
La noche se traga a la tarde de un sorbo, y me sorprende con una taza de chocolate caliente entre las manos aún con guantes y la mirada que recorre el contorno de los picos nevados. No es el frío lo que llega hasta los huesos en El Bolsón, sino el silencio. Porque sin exagerar, aquí el invierno es lo de menos.Con el corazón mirando al sur, El Bolsón se encuentra en la provincia de Río Negro, entre dos nombres difíciles: el cerro Piltriquitrón y el río Quemquemtreu. Inmersos en la majestuosa Cordillera de los Andes y a 1.760 kilómetros de Buenos Aires, los habitantes -dedicados, en su mayoría, a la actividad agrícola- irradian una paz desconocida.
En sus casas abrigadas por tejados de madera en el valle fértil, viven con la paciencia de quien espera la cosecha (no será hasta diciembre) y con la esperanza del que sabe que ha sembrado. Hace apenas tres horas, sobre un desnivel esquiable de 750 metros, el Centro de Deportes Invernales Cerro Perito Moreno ofrecía una combinación de pistas (difícil, media y principiante) con esquí de travesía, snowboard y trekking de montaña. Además de la promesa de una telesilla para la temporada 2008 como medio de elevación.La nieve no escasea de junio a octubre. Es por eso que una familia elige pasear en trineo, una opción que aúna los espíritus atletas con los inclinados al ocio recreativo sin más. En cambio, aquella pareja rosarina llegó con una idea fija: hacer escalada sobre el hielo.
-¿Esquí en la Comarca Andina del Paralelo 42?
¿El refugio del hippismo, de los aires de libertad? -grita por teléfono Laura, gran amiga y álter ego.
Le contesto, con cierta suficiencia, que no hay contradicción. Que "la colonia" no vive más en el pueblo aunque permanezca en el imaginario colectivo, y que la filosofía hippie dejó huellas muy fuertes y diversas. Por ejemplo, El Bolsón fue declarado "Zona no nuclear", "A favor de la vida" y "Primer municipio ecológico de Latinoamérica" por ordenanza municipal.
Sin hablar de la inmigración de tantos artistas y bohemios de variadas disciplinas.
Habitante de El Bolsón e historiador, Juan Matamala recordaba a la mañana: "En 1969 llegaron unos muchachos que habían puesto en escena en Buenos Aires la ópera rock Hair, para llevar a cabo el regreso a la naturaleza y el sueño de cultivar la tierra".
Este año, cuando se cumplen cuatro décadas del surgimiento mundial de la generación flower power, él aclara que no todas fueron rosas para esos jóvenes, ya que "la presencia en la zona de los denominados hippies en la década del 60 -verdaderos adelantados de una cultura que predicaba la comunión con la tierra, la defensa del medio ambiente, la paz y la no violencia-, produjo un gran revuelo en la rígida sociedad bolsonesa".
Como también, sus ropas coloridas, sus ferias de artesanías y el amor en comunidad. De artistas y artesanos"¿Dónde vive la colonia?", preguntan aún hoy algunos visitantes al llegar a la comarca. ¿Cómo explicarles? Al fin de cuentas, pasarán muchas décadas, continuarán surgiendo alocadas modalidades de turismo aventura junto a las rutas gastronómicas, la pesca de truchas convocará a turistas de todos los continentes... Sin embargo, el espejo le devolverá siempre a El Bolsón una imagen utópica, de los tiempos en que era un lugar apartado, mítico, de difícil acceso y sólo rodeado por montañas, ríos y bosques.
Será la feria de artesanos la que hermane, entonces, ahora a mochileros ávidos de ilusiones y a los turistas "de un día", que llegan para comprar recuerdos (suena poético, ¿no?) desde Bariloche.Más de 300 artesanos exhiben sus creaciones en la feria de la plaza Pagano, que nació en 1979 y hoy cuenta con miniaturas en madera, y trabajos realizados en telar y metal. Un lugar destacado tienen los productos típicos de la región, como las cervezas artesanales y los dulces y licores elaborados con los frutos finos (ver "Rutas del sabor").Con conciertos al aire libre, el Festival de Jazz convoca a músicos de todo el país y del exterior desde diciembre de 2001.
Jam sessions, talleres y clínicas musicales despliegan talento por las plazas y veredas de El Bolsón. Es que músicos y luthiers, los actores y titiriteros, los pintores y escultores, todos los artistas son siempre bienvenidos en esta tierra sensible.Paseos y aventuraCon excepción del parapente y del rafting por el río Manso, todo es posible en invierno. Con menor grado de dificultad, el río Azul es recorrido todo el año en balsas inflables que atraviesan rápidos y remansos.También para corazones intrépridos, desde el aeródromo El Bolsón parten vuelos turísticos en un avión con capacidad para tres pasajeros.
El paseo cruza el valle y la cordillera, permitiendo descubrir valles transversales, lagos de altura y glaciares.Son las 9 de la mañana. Esmerándose por pronunciar un castellano casi impecable, tres franceses se asesoran para partir hacia la Cascada Escondida. Se les explica que la zona rural de Mallín Ahogado es cruzada por el arroyo Del Medio, que recorre varias chacras hasta llegar a un escalón natural del terreno, a unos 35 metros de altura, y que el mismo es superado a través de dos saltos que forman la cascada.Allí el agua corre por la piedra y golpea entre las rocas al llegar al suelo.
Forma entonces una hoya y retorna a su cauce, con más tranquilidad, recorriendo un bosque de sauces y coihues.Otra opción es comenzar el día por el Camino de los Nogales, el acceso original de El Bolsón, que transcurre en la zona más plana y fértil del valle, donde se asientan las chacras y los productores de frutos finos y lúpulo, el alma de la cerveza artesanal.
A 5 kilómetros de El Bolsón, comienza a divisarse un perfil pétreo, que formará parte de la Cabeza del Indio. Según los entendidos, es una formación sedimentaria estratificada con un relieve escalonado tallado por la erosión glacial. Dentro de la Reserva Forestal Loma del Medio-Río Azul, es testigo –quizás, a eso se deban sus rasgos expresivos– de los últimos 25 millones de años. Hay tres senderos peatonales de interpretación de la flora nativa, con miradores.
Del ánimo y del estado físico de cada uno, dependerá el medio de transporte elegido para recorrer estos lugares.
Obviamente, las cabalgatas guiadas de uno o varios días, así como los circuitos con diferentes niveles de dificultad para mountain bike permiten vivir una experiencia de gran interacción con el entorno. Quizás mañana, si el sol –¿por qué no iluminará así de dorado en las ciudades?– cobija la jornada, a caballo descubra colores y perfumes nuevos para mis sentidos. Sí, a caballo por los bosques, justo después de una hora de yoga al aire libre que promete una energía de otro mundo.
En cambio, los franceses irán mañana al Cajón Azul. No está nada mal: se trata de un lugar donde el río Azul queda flanqueado por paredones de 40 metros de altura. El Cajón del Azul es uno de los paseos más recomendados por los guías. El cañón abarca un kilómetro de extensión, tiene un refugio de montaña con comodidades para albergar a los caminantes y se llega a pie después de unas cuatro horas entre los bosques que circundan el río.
La nieve baña de blanco los vivos colores que encierra el Cajón en primavera y verano.Hacia el magnífico PueloLa cercanía con Chubut confunde a cualquiera. Y en la comarca confiesan que nunca falta algún desorientado que pregunta si El Bolsón y el lago Puelo quedan en la misma provincia, sin animarse a arriesgar en cuál. Es que basta con recorrer –en colectivo de línea, inclusive– unos 13 kilómetros hacia el sur para llegar al magnífico Parque Nacional Lago Puelo. Sí, en Chubut.Entre valles, arroyos de origen glaciar y montañas, el parque abarca 23.700 hectáreas de superficie y cuenta con zonas para acampar e infraestructura para el visitante. Las playas de arena junto al gran lago Puelo son recorridas, ahora, con bufanda y botas.
Desde el muelle de Puelo, parten todo el año excursiones en lancha por estas aguas –a veces azules, a veces esmeraldas– con objetivos diversos que llegan hasta la frontera con Chile.
De regreso a El Bolsón, la mesa está servida.
Sí, los viajes a veces presentan una ventaja adicional: la cocina es un cuarto que jamás se pisa. La cena es la que espera y con cordero patagónico, truchas, cervezas artesanales y tartas de dulces de arándanos y sauco.Un modesto consejo llegando al final: sacar un pasaje de tren para treparse en El Maitén al célebre Viejo Expreso Patagónico, más conocido como "La Trochita".Ahora sí, que el viaje termine con El Bolsón de los Cerros: "Noches y noches sureñas/frente a la leña/fuego de paz y poesía..." Es que aquí las montañas les susurran respuestas a las almas sensibles. Y enseguida, el silencio las guarda en su puño apretado.
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